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Nosotros nos quedamos con la esperanza, ellos con los hechos – Por Diego Apa

30 Dic, 2025 7:25 p.m.|Actualizado: 30 Dic, 2025 7:27 p.m. AR
Nosotros nos quedamos con la esperanza, ellos con los hechos – Por Diego Apa

2025 fue un año en el que Argentina pareció caminar en dos direcciones a la vez. Por un lado, las grandes decisiones llegaron desde arriba, con políticas económicas duras, recortes y reformas que impactaron de lleno en la vida cotidiana de la gente. Ellos vienen con hechos, como si gobernar fuera sólo firmar decretos y mover números en una planilla. Y lo hacen sin mirar demasiado quién queda en el camino: ese almacenero que no llega a fin de mes, esa mamá que ya no sabe cómo estirar la comida, ese laburante que siente el precio del boleto en cada viaje al trabajo. Las crisis que viven ellos en los discursos a veces parecen “oportunidades”… pero en los barrios, la crisis duele, lastima, hambrea. La oportunidad, históricamente, pareció ser para los mismos de siempre: los poderosos que siempre caen bien parados.


Y sin embargo, en ese dolor también hay quien no se rinde. Porque cuando una crisis revienta puertas y nos obliga a mirar de frente la realidad, también nos enseña algo: a no resignarnos, a organizarnos, a discutir entre nosotros qué país queremos de verdad.
Este año el Gobierno consiguió aprobación de presupuesto y nuevas reformas con promesas de crecimiento y orden fiscal que miran más a los mercados que a la olla popular, y anunció planes de reformas laborales y tributarias que desatan debates en sindicatos y barrios por igual.


Algunos sectores económicos mostraron rebotes interesantes —como la cosecha récord esperada del trigo, que da una bocanada de optimismo a la producción argentina— pero la economía popular sigue sintiendo la estocada de la inflación, la falta de trabajo y la pérdida de poder adquisitivo.
Hubo protestas y choques sociales, como jornadas de paro general en rechazo a medidas económicas, que mostraron que la gente está harta de que los hechos no rimen con su vida real. Cada Miércoles duele.
En muchas latitudes del mundo dicen que crisis significa oportunidad. En la teoría suena lindo. Pero en el barrio eso se siente distinto: la crisis es hambre, preocupación por la cuenta de la luz, incertidumbre cuando termina el mes. La oportunidad, muchos la vieron como la chance de seguir siendo protagonistas de sus propias historias y no simples números de encuestas o de estadísticas abstractas.
Y ahí, en esa grieta entre lo frío de las cifras y el calor de la vida cotidiana, nosotros nos quedamos con la esperanza. No es una esperanza liviana ni ingenua: es la esperanza de quien sigue caminando el barrio, hablando con el almacenero, escuchando a las viejas en la plaza que no se resignan a que este país sea solo promesas rotas. Es la esperanza que une, que invita a arremangarse y a pensar estrategias con la gente real —no con burócratas, falsos dirigentes o gurúes financieros.

¿Qué puede venir en 2026?

Si miramos el 2026 con lo que ya dejó el 2025, la película está bastante clara: el ajuste no fue un capítulo, fue la introducción. Lo que viene es la profundización de ese modelo que entiende al Estado como gasto, al trabajador como costo y a los derechos como privilegios a recortar. Van a ir por todo lo que huela a organización popular, presencia territorial o rol activo del Estado en la vida de las mayorías. Y no porque crean que está mal administrado, sino porque en su proyecto, lo público compite con el negocio. La famosa frase de que “la crisis es oportunidad” este año quedó desnuda: oportunidad para unos pocos, crisis para los de siempre. El desafío real del 2026 no será si la economía rebota, sino quién se queda con ese rebote. Si sigue concentrándose arriba, o si alguna vez llega donde hoy falta: en el laburo, en el plato, en la dignidad. Y ahí, la llave la tienen nuestros legisladores: abrir la puerta a un proyecto de país o cerrarla para siempre y colgar el cartel definitivo de “se vende”. Porque si algo demostró el 2025 es que la Argentina no está en discusión técnica, está en disputa de sentido. El 2026 dirá si se defiende lo común o si se termina de liquidar lo que queda.
Diego Apa.

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